D
En el costado izquierdo de la fachada de la casa de las garzas hay una ventana enrejada por la que se alcanzan a ver casi centrados en frente cinco marcos rectangulares colgando de la pared y resaltados por una luz cálida cenital. Adentro, estos cinco se vuelven quince dispuestos en dos paredes, divididos en tres grupos; en la pared más grande, dos grupos de cinco separados cortantemente por unos treinta centímetros, en la pared que sigue el tercer grupo. Quince marcos estilo cajón elaborados en madera cruda protegen quince papeles Canson de 80 gramos, que protegen sesenta delicados dibujos hechos con rapidógrafo. Los dibujos, que parecieran simular jeroglíficos ordenados en conjuntos de a cuatro y verticalmente en el centro del papel, son en su mayoría circulares y fieles al punto y la línea, la mayoría de ellos son formas orgánicas, otros en cambio parecen algo que conozco pero no existe.
Las quince piezas hacen parte de una serie más grande que aún no ha terminado porque las posibilidades que representa son infinitas. Cada uno de los dibujos contiene una historia en sí mismo y aunque parecen puestos en orden, la pretensión se sitúa en el movimiento, el desorden, lo aleatorio, sugiriendo al espectador que los ordene visualmente en direcciones opuestas, que lo lea al revés y comience cuantas veces quiera.
A
El Libro de los comienzos se genera a partir de crónicas imaginarias, apoyado principalmente en el libro del I-Ching, Fredy usa predominantemente el círculo como figura geométrica que simboliza el principio pero jamás el fin, la línea que no termina, la serpiente que no alcanza a morder su propia cola. Cada uno de los cuadros determina un movimiento ondulatorio que al espectador le produce vértigo mientras disfruta la sutileza de cada línea descriptiva, que a manera de zoom se introduce en una imagen determinada y la construye -o destruye-una y otra vez.
Imágenes icónicas se distribuyen en el papel y desafían la especulación sensitiva y a pesar de la ausencia de color, la distancia entre líneas y el movimiento con el que están dibujadas recrean un contraste que es perceptible desde lejos y que se funden cuidadosamente en la imagen.
I
En esta serie de dibujos, el propio título "el libro de los comienzos" se equipara con el significado del I-Ching en general (libro de las mutaciones) y nos entrega adrede ideas de elementos que lo conforman, el agua, la tierra, la montaña, el fuego, el viento, la tierra. Un conjuro compuesto de sabiduría y espiritualidad que alcanza al más escéptico.
Sin pretender asegurarlo, cada dibujo está tan cuidadosamente elaborado que el error, esa cualidad contemporánea insistente en el arte, no tuvo siquiera su oportunidad esta vez. Al igual que Theo firmo, las líneas de Fredy "se interrumpe dejando espacios vacíos que instan al espectador a completar la narración desde su experiencia individual", y es que su trabajo se compara en la narración propuesta pero también en la fe que le impone al espectador cuando le permiten a éste terminar de armarlo todo.
Fredy me remonta a esa edad en la que lo único que esperaba de los adultos era que me dieran una explicación que para mí sonará lógica de las cosas, de qué estaban hechas y quien las había hecho así y porqué se llamaban de tal o cual manera y para qué en realidad eran útiles y cómo se verían si las cortara longitudinalmente o las estripara entre el índice y el pulgar.
Dos de sus piezas parecen descontextualizadas porque contienen información menos subjetiva, o al menos eso es lo que uno ahí parado piensa; "buen viento y buena mar" escrita en círculo, las gafas de sol, la ola espumosa, el cepillo de dientes, quien no se sentiría de vacaciones.
J
Finalmente, y abatiendo toda idea sobre belleza y fealdad, cabe preguntarse cuál es la pertinencia de la obra de Fredy Clavijo, cuando la humanidad lejos se dispone de lo espiritual al establecer esos límites desfigurados de realidad.
En el 2016, el diccionario Oxford dio lugar a un neologismo como palabra del año, "posverdad" cuyo significado "denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que un dibujo sea capaz de estripar entre el índice y el pulgar una idea y que le de cierta cualidad científica subjetiva, algo que le atribuiríamos más a la estética que a la belleza.
Texto David Ayala-Alfonso curador e investigador